G-20


Hoy ha comenzado oficialmente en Londres la cumbre del G-20, ésto es, la organización que engloba a los supuestamente veinte países más poderosos de la Tierra. He dicho “oficialmente” porque ya ayer se produjeron los primeros contactos, y la indiscutible estrella mediática del evento, el norteamericano Barack Obama, tuvo tiempo de entrevistarse con el premier británico Gordon Brown, con la Reina Isabel II, con el presidente chino y hasta con su homólogo ruso. Lo de Obama está constituyendo un fenómenos socio-cultural sin precedentes, cuyo origen primigenio es indudable: el color de su piel. Recordaréis las cínicas palabras del impresentable Berlusconi: Es joven, es guapo y luce un permanente bronceado”. Qué gracioso. Volviendo a lo que íbamos, antes que su talante liberal y sus convicciones democráticas, lo que llamaba la atención de Obama era que hubiera conseguido erigirse en el primer presidente negro de su país, un país, por cierto, de los más racistas que se conocen. Pero ni siquiera él podía hacer historia y luego limitarse a vivir de las rentas, y, desde que accedió al poder, emprendió una lucha denodada en contra de la crisis económica, que, para casi todo el mundo, tuvo precisamente su origen en los Estados Unidos. Obama puso en marcha varios planes para fortalecer la industria del automóvil y forzó a dimitir a los ejecutivos que fueron a su encuentro no en coche, sino en lujoso avión privado. Por éso me ha chocado tanto que, en ésta su primera tournée europea, el amigo americano no haya predicado con el ejemplo de la austeridad. Obama no ha venido solo: le acompaña un séquito de más de 500 personas, entre asesores, preparadores físicos, médicos y hasta cocineros. Se ha traído el avión oficial (el Air Force One) e incluso su limusina, y su chófer tuvo que venirse dos semanas antes para hacer prácticas y habituarse a conducir por la izquierda. A los europeos, sin embargo, ésto no parece molestarles, sino todo lo contrario: tal ostentación casa a la perfección con la exhibición del poderío que se le presupone al “hombre más poderoso de la Tierra”. A él, por su parte, y como buen norteamericano que es, lo que le fascina es el mero hecho de la existencia de la realeza, así que le ha llevado a la Reina Isabel un “generoso” obsequio consistente en un pack de 20 DVD’s de los que, por cierto, la pobre se va a conformar con mirar solamente las carátulas, ya que están editados en el sistema norteamericano NTSC y no en PAL, el formato videográfico homologado en Europa. Ciñéndonos a la cumbre en sí misma, lo primero que hay que decir es que los actuales integrantes del G-20 no son 20… sino 30, y que, en contra de lo que los más optimistas pudieran soñar, no se espera que la crisis más salvaje desde 1929 empiece a remitir a partir de hoy. Los superdirigentes más poderosos se han dividido en dos bloques bien diferenciados. Por un lado, están los “angloparlantes”, Obama y Gordon Brown, partidarios de invertir lo que sea necesario con tal de ayudar a los sectores más afectados; en el extremo opuesto, el sector “duro” lo lideran Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, que promueven el ahorro y (¿os suena?) la austeridad. Dicen que Brown le ha pedido a Zapatero que haga de mediador entre ambos bloques, aunque lo único que ha hecho ZP hasta el momento ha sido reunirse con Obama, a salvo de los focos, y confesarle que, ¡oh casualidad!, comparte con él sus mismos hobbies, tales como el footing y el baloncesto. Paralelamente a la cumbre, se desarrollan otros movimientos igualmente dignos de interés. Las esposas de los dignatarios, con las destacadas ausencias de Sonsoles Espinosa, señora de Zapatero, y Carla Bruni, madame de Sarkozy (ah, y de los maridos de las dignatarias femeninas), no pierden ocasión de reunirse para hablar de sus trapitos y sus cosas, mientras que, en el exterior, miles de manifestantes anarquistas y anti-sistema han provocado serios incidentes que ya han acabado con la vida de uno de los alborotadores. Tal vez cuando leías este artículo ya se hayan divulgado los primeros resultados de la cumbre, pero hay que ser realistas y no convertirse en ilusos devotos del “black power”, por mucho que quien lo ostenta sea un señor que, pase lo que pase de ahora en adelante, ya es un hito en la Historia de la Humanidad.

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