Pitando

¡Qué gran equivocación, mezclar deporte y política…!

No es la primera vez que hablo de ésto, y me temo que no va a ser la última.  Pero lo sucedido el  pasado sábado en el Camp Nou durante la final de la Copa del Rey pienso que merece una nueva reflexión, aunque sea ya a toro pasado.

Para empezar, creo sinceramente que es un contrasentido que dos equipos (todavía) españoles que aceptan disputar una competición denominada “Copa del Rey” promuevan o consientan que se pite tanto al Himno como al propio Rey durante el partido decisivo de dicha competición.  O sea, si no vas a honrar o, como mínimo, respetar a la figura que presta su nombre al torneo, ¿para qué diablos lo disputas?  Creo que éso no tiene mucha lógica, ¿no os parece?  El caso es que ha querido la casualidad que precisamente los dos equipos que más veces han llegado a la final de la Copa (Barcelona y Athletic de Bilbao) sean los que más reniegan de su pertenencia al Estado que la auspicia,  otra solemne contradicción.  Es como si tú a tu jefe, justo después (y no antes) de pagarte la nómina, le escupes en toda la cara….  Un acto soez, indecoroso y de pésima educación.

Que hay muchos catalanes y vascos que no se sienten españoles es algo conocido, reconocido y, en democracia, perfectamente legítimo.  Lo que no es tan legítimo es que esa sonora facción independentista opaque y asfixie a sus conciudadanos que sí quieren continuar perteneciendo a España, porque al final acaban pagando justos por pecadores.  Lo del pasado sábado, que para determinados colectivos constituyó una poderosa demostración de fuerza, lo único que ha conseguido es que, desde fuera de sus respectivos territorios, crezca más y más la antipatía del resto de los españoles.  Los nacionalistas no se dan cuenta de que están contemplando un único futuro posible (la independencia), sin comprender que, en el caso de que no la consigan, van a tener que seguir conviviendo con un pueblo que, con toda la razón, les está tomando cada vez más ojeriza.  Lo más doloroso de todo es que, en busca de obtener la máxima notoriedad, utilizan para sus fines el ámbito de un ansiado espectáculo deportivo, con lo cual la animadversión general ya no se extiende solamente a las fuerzas políticas separatistas, sino también a unos clubes de fútbol que deberían aspirar simplemente a jugar al fútbol, y no a involucrarse en causas que sólo parecen nobles o justas desde una perspectiva estrictamente localista.  Lo de “Més que un club” fue un slogan que tuvo su momento, pero ese momento ya pasó, y en la época actual, plena de libertades, una institución tan grande como el Barça debería aspirar a poder presumir de neutralidad.

Supongo que es por la presión de los independentistas por lo que ni los directivos ni algunos jugadores se atreven a desmarcarse públicamente de los postulados secesionistas.  Llama particularmente la atención la actitud de Xavi Hernández, al que no sólo admiro sino que adoro sentimentalmente (el cerebro del mejor equipo de fútbol de la historia), pero que con sus declaraciones (justificando la pitada en la libertad de expresión) parece olvidarse de que, hasta hace bien poco, no sólo ha sido jugador del Barça sino también de la Selección española, y como español que es o ha sido, al mismo tiempo que favorece la libertad de los que pitan, debería también pensar en la dignidad y honorabilidad de los pitados.  Porque, ¿sería tan difícil que él o Bartomeu añadiesen una coletilla a sus palabras?  Algo como “Entiendo la libertad de expresión, pero también pienso que el Rey y el himno se merecen un respeto” les hubiera permitido quedar bien con todo el mundo, y no sólo con los profetas de la independencia.  Porque, como dijimos anteriormente, o se es o no se es:  o se es solamente catalán, o se es catalán y también español, pero, si se elige esta última opción, hay que acatarla a las duras y a las maduras, y no solamente cuando, por vestir la indumentaria de La Roja, se obtiene un (merecido) prestigio internacional.


Para finalizar, daré mi opinión personal, aunque es cierto que nadie me la ha pedido.  Apruebo y defiendo la Libertad como el que más, pero incluso la libertad tiene sus límites, y éstos acaban donde empiezan los derechos de los demás y donde los delimitan las leyes y las normas. Puede que, a día de hoy, pitar un Himno nacional pueda ser considerado una muestra de libertad de expresión, pero promover descaradamente esa pitada nada espontánea, alentarla y congratularse de ella tiene poco de democrático.  Creo que nunca olvidaremos la expresión de los rostros de Artur Mas y del futbolista vasco Aritz Aduriz, que quedarán grabados a fuego en nuestra memoria (anti)deportiva.  Mirándoles, con esas sonrisas pícaras alimentadas por el cinismo y el desprecio, todos nos preguntábamos cómo reaccionarían si Els Segadors o el Eusko Abendaren muriesen ahogados por los pitos de quienes violan y profanan a la Democracia amparándose en ella.  Apuesto a que esas estúpidas sonrisas se les hubiesen helado en las caras.

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