Mis películas favoritas/ "SILVERADO"






Cuatro cabalgan juntos

Aquel 21 de Diciembre de 1985, tenía mi agenda repleta de actividades.  Era sábado, y, concretamente a las 20:00 horas, había anotada una cita muy especial:  acudir al cine a ver “Silverado”, uno de los escasísimos westerns que Hollywood se atrevía a producir, y en cuyo reparto se habían reunido un montón de buenos actores.





La historia de “Silverado” arranca cuando Emmett, un duro vaquero recién salido de la cárcel, sobrevive a un ataque por parte de unos pistoleros a los que mata en defensa propia.  Poco después, Emmett se tropieza en el desierto con Paden, un hombre que yace semi inconsciente y casi deshidratado.  También Paden ha conocido en primera persona la dureza del sistema penitenciario de aquella segunda mitad del siglo XIX norteamericano, y los dos se hacen amigos y deciden viajar juntos hasta el cercano pueblo de Turley, donde Emmett tiene que encontrarse con su hermano pequeño, Jake.  Pero Jake ha sido detenido acusado de matar a un hombre, y va a ser ahorcado al amanecer.  Emmett y Paden no pueden permanecer impasibles, y liberan al joven de la cárcel.  Durante su periplo hacia Silverado, floreciente metrópoli rica en oportunidades, se les une Mal, un negro que desea iniciar una nueva vida en compañía de sus padres y hermana.  Los cuatro jinetes también ayudan a una caravana de pioneros que asimismo han elegido Silverado como su particular tierra prometida.  Pero las cosas no saldrán como ninguno de ellos esperaba.  Silverado está controlada por Cobb, antiguo compañero de fechorías de Paden, quien ahora no sólo regenta el saloon local, sino que además luce la insignia de Sheriff.  Emmett y Jake comprueban cómo el cacique local, MacKendrick, no les ha perdonado la muerte de su padre, por la que Emmett fue condenado, mientras que Mal descubre que su madre ha muerto, su hermana se dedica a la prostitución y las tierras de su padre han sido expropiadas por MacKendrick.  Paden empieza a trabajar en el bar de Cobb y se siente atraído por la carismática Stella, la diminuta encargada del local.  Pero todos ignoran que Cobb y MacKendrick están secretamente compinchados y tienen un plan para deshacerse de los molestos recién llegados...


Lawrence Kasdan (n. 1949) era un cotizado guionista que se había hecho famoso por haber coescrito junto a George Lucas "El Imperio contraataca" y "El retorno del Jedi" (vamos, los que hoy conocemos como Episodios V y VI de la saga de "Star Wars"), y por haber contribuído a crear al arqueólogo Indiana Jones de "En busca del Arca perdida", otra producción de Lucas.  Precisamente en el mismo año (1981) en que Indy vio la luz, Kasdan debutaba como realizador con el excelente thriller "Fuego en el cuerpo", que protagonizaron el formidable William Hurt y la muy sensual Kathleen Turner.  Dos años después, Kasdan se descolgaba con una tragicomedia coral muy bien recibida por la crítica, "Reencuentro", en la que se narraba una reunión de viejos amigos en torno al funeral de uno de ellos.   La buena acogida dispensada a sus dos primeras películas como director animó a Kasdan a lanzarse de lleno a un nuevo proyecto, una revitalización del western, género que, desde el tremendo fiasco de "La puerta del cielo" de Michael Cimino no levantaba cabeza.  Ya el propio título, "Silverado" se erige en un devoto homenaje a los grandes films ambientados en el Lejano Oeste, concretándolo en una obvia alusión a "El Dorado" de Howard Hawks, sólo que cambiando el oro por la plata ("silver" en inglés).  De hecho, la historia, que redactaron a cuatro manos Kasdan y su hermano Mark, es prácticamente un compendio de todas las situaciones más comunes en los westerns:  amistad entre duros vaqueros, cabalgadas por interminables desiertos, pueblos polvorientos en los que el saloon constituye el centro neurálgico, estampidas de ganado, conflictos raciales zanjados de forma poco pacífica, caravanas de pioneros en busca de la tierra prometida y duelos a muerte donde sólo un pistolero puede sobrevivir.  Puede decirse que hasta el Séptimo de Caballería tiene una breve aparición (en la escena en que Paden recupera su caballo), y si los Indios brillan por su ausencia es sólo porque Columbia Pictures se negó a invertir un dólar más en un género que, como ha quedado dicho, se pensaba poco menos que obsoleto.



Para protagonizar el film, Kasdan seleccionó un fabuloso elenco que contenía excelentes actores pero ninguna estrella (al menos, en aquel entonces).  Kevin Kline, que había destacado en "La decisión de Sophie" al lado de Meryl Streep y ya había trabajado con Kasdan en "Reencuentro", obtuvo el papel del barbudo Paden;  Scott Glenn, uno de los astronautas de "Elegidos para la gloria", dio vida a Emmett;  un joven y casi irreconocible Kevin Costner, cuyo papel en "Reencuentro" se había quedado en la mesa de montaje (era el muerto a cuyo alrededor se reunían sus colegas), se resarció encarnando al saltimbanqui Jake, personaje que le lanzó de cabeza hacia “Los Intocables de Eliot Ness”;  Danny Glover, futuro co-protagonista de "Arma letal" junto a Mel Gibson, interpretó a Mal;  Brian Dennehy, el sádico sheriff que torturaba a Sylvester Stallone en "Acorralado", repitió como poco fiable agente de la Ley;  la pequeña gran actriz Linda Hunt, que ganara el Oscar haciendo de hombre en "El año que vivimos peligrosamente", se convirtió en Stella;  la bella Rosanna Arquette, compañera de Madonna en "Buscando a Susan desesperadamente", fue la atractiva colona Hannah;  y un sibilino Jeff Goldblum, también intérprete de "Reencuentro" y poco después famoso por "La Mosca", personificó al pérfido Slick.  Otros intérpretes destacados de "Silverado" fueron el "Monty Python" John Cleese (haciendo de atildado Sheriff inglés), el veterano intérprete de color Joe Seneca, o los luego relativamente conocidos James Gammon, Jaff Fahey o Richard Jenkins.


El rodaje de "Silverado" tuvo lugar en 1984 en Nuevo México, incluyendo algunas localizaciones próximas al río Galisteo.  Scott Glenn cuenta que llegó a crearse un clima muy familiar en el seno del reparto, aunque con quienes mejor congració fueron Kevin Kline y, sobre todo, Kevin Costner, que ya entonces apuntaba maneras de gran estrella.  El director de fotografía escogido fue el versátil John Bailey, que había iluminado films tan dispares como "Gente corriente", "American Gigolo", "El beso de la pantera" y la propia "Reencuentro", y el montaje, obviamente, recayó en la prestigiosa Carol Littleton (la editora de “E.T.”), que, entre otras cosas, era la esposa de Bailey.  Lawrence Kasdan tenía claro que para la banda sonora quería a alguien capaz de crear una partitura vibrante, lírica y heroica que tuviera una sonoridad propia, y se arriesgó contratando a un casi desconocido Bruce Broughton (que posteriormente regresaría de modo triunfal al western con "Tombstone" y "Open Range").  Una vez conjuntados todos estos elementos, el estreno de “Silverado” se produjo el 12 de Julio de 1985, con un éxito relativo y algo opacado por la mayor repercusión del otro gran western producido aquel año, "El jinete pálido" de Clint Eastwood y Warner Bros.


Desde el mismo instante en que ví esta película, la convertí en una de mis favoritas.  Hace muchas décadas se decía que el western era el género cinematográfico por excelencia, y en "Silverado" tal afirmación es toda una realidad.  Inolvidable música, portentosa fotografía, acerados diálogos y excelentes interpretaciones, para una historia en la que caben la amistad, el compañerismo, la ambición, el racismo, la redención y la hombría (que no el machismo).  Scott Glenn (beneficiado, por otra parte, por un excelente doblaje a cargo de Manolo García) se erige en el perfecto cowboy, siempre con las ideas claras y una frase contundente en los labios.  Kevin Costner parece un clon simpático de Douglas Fairbanks.  Brian Dennehy crea un "malo con matices" al que incluso da pena que maten al final. Linda Hunt trasciende su condición liliputiense gracias a sus elevadas dosis de simpatía y bondad.  Sin embargo, nunca me gustó Kevin Kline en su personificación de Paden.  Ya el personaje, sobre el papel, adolecía de una psicología repleta de molestas contradicciones, pero la actuación de Kline le dota de una debilidad moral impropia de un ex-asesino, inundando sus gestos de una blandura que desentona con el resto del elenco.  Tampoco me convence el poco lucido rol que desempeña Rosanna Arquette, una mujer que, un minuto después de enviudar, ya está coqueteando con un desconocido, y que, al acabar el film, incluso está aproximándose a otro de los protagonistas.  Son los puntos débiles de un guión que, por otra parte, no sólo abusa de los tópicos más manidos del Oeste cinematográfico, sino que resuelve de un modo casi infantil las situaciones más dramáticas (la poco menos que irrisoria huída de Jake de la cárcel, la sorprendente curación de Emmett tras ser brutalmente apaleado, todos y cada uno de los tiroteos en los que a los protagonistas parece que las balas les rehúyen…).  Pero, gracias al carisma de los actores y, sobre todo, a la maravillosa música de Bruce Broughton, estos aspectos parecen desvanecerse en un trepidante espectáculo de disfrute total.  En concreto, hay una escena de "Silverado" que, aunque la viese todos los días por la mañana, por la tarde y por la noche, jamás me cansaría de ella.  Tiene lugar cuando Paden, Emmett, Jake y Mal se reúnen al poco de haber dejado con un palmo de narices al pragmático sheriff de Turley.  La cámara se recrea en una sucesión de planos de los cuatro cabalgando, mientras Bruce Broughton compone y orquesta las notas más bellas de su carrera.  Vemos a los jinetes y sus monturas de frente, de perfil, en plano general y en plano de detalle, y en ese canto a la amistad, enmarcado en la belleza de la naturaleza y magnificado por el poder de sugestión que confiere la música, el espectador desearía que el tiempo se detuviera.  Esa es, para mí, la auténtica e incomparable magia del Cine.

Luis Campoy

Calificación:  8,5 (sobre 10)

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