El dedo en el ojo


El 17 de Agosto de 2011, al finalizar el partido de vuelta de la Supercopa de España entre el Barcelona y el Real Madrid (que ganó el Barça por 3-2, proclamándose Campeón de dicho torneo), se produjo una vergonzosa tangana a raíz de una entrada del madridista Marcelo al barcelonista recién llegado Cesc Fábregas.  Furbolistas y técnicos de ambos bandos perdieron los papeles y se comportaron como auténticos energúmenos.  Ozil y Villa fueron expulsados, y para la Historia de lo cutre y barriobajero quedó una imagen imborrable:  el entrenador del Madrid, José Mourinho, se dirige al segundo técnico del Barça, Tito Vilanova, cuando éste está distraído, y le introduce el dedo en el ojo.  Vilanova, estupefacto, tarda unos segundos en reaccionar y, airado, replica dándole a Mou una colleja.  Posteriormente, el portugués justificaría su acción insinuando que, desde el banquillo azulgrana, se habían sucedido diversas provocaciones gestuales e incluso verbales, pero, eso sí, ninguneó notoriamente al entonces ayudante de Pep Guardiola al referirse a él como “Pito” Vilanova.  El Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol, después de analizar estos incidentes de amplísima repercusión mediática, consideró que la sanción justa para el técnico agresor era de sólo dos partidos, mientras que el técnico agredido y que no se había resignado a dejarse agredir sin más, fue castigado con un encuentro.  Como todos sabéis, soy del Barça, pero voy a tratar de ser imparcial en lo que voy a decir:  me parece no grave, sino gravísimo, el hecho de que un entrenador ataque físicamente a un compañero, me parece insultantemente liviana la sanción de sólo dos encuentros para el atacante y, comparativamente, me parece doblemente humillante, por lo desproporcionada, la sanción de un partido para el atacado.  Estoy hablando de un suceso que dio la vuelta al mundo, que trascendió el ámbito puramente dialéctico en el que se habían producido las anteriores salidas de tono de Mou, y, ¿por qué no decirlo?, hablo de un hecho susceptible de crear precedente:  ¿por qué no puedo pegar a mi rival, si sé que la condena va a ser menos que mínima?.

Un año después de aquellos tristes acontecimientos, el 22 (ida en el Camp Nou) y el 29 de Agosto (vuelta en el Santiago Bernabeu) del presente año, Madrid y Barcelona volverán a verse las caras en la edición de la Supercopa correspondiente a este 2012, al haberse proclamado campeones, respectivamente, de la Liga y la Copa del Rey.  En teoría, Mourinho debería cumplir entonces sus dos partidos de sanción, no pudiendo dirigir a su equipo ni en el partido de ida ni el de vuelta, mientras que Vilanova, justo el día de su debut oficial tras ser nombrado nuevo entrenador del Barça, se perdería apenas el primero de los dos choques.  Mas he aquí que Angel María Villar, ínclito presidente de la Federación, se ha sacado de la manga un generoso indulto y ha perdonado, así por las buenas, la totalidad del castigo que recaía sobre los dos técnicos.  Obviamente, en Madrid se han puesto contentísimos, y, no menos obviamente, en Barcelona anda todo el mundo enfadadísimo.  Como dije antes, de lo que hablamos no es tanto de una medida de gracia poco menos que feudal, sino de la feliz impunidad de una agresión televisada a todo el mundo mundial.  El Barcelona no ha tardado ni un día en manifestar su afrentada indignación, y a la prensa madridista le ha faltado tiempo para tirar de hemeroteca y replicar con otros dos indultos de Villar que favorecieron notoriamente al club catalán.  El 24 de abril del año 2000, el Barça debía jugar la semifinal de la Copa del Rey ante el Atlético de Madrid pero, alegando que no podía disputar el partido por tener a sus jugadores fundamentales concentrados con sus respectivas  selecciones nacionales, se retiró del campo sin jugar y no sólo fue (justamente) eliminado, sino que recibió una sanción ejemplar de un año entero fuera de la Real competición.  No obstante, un indulto federativo eliminó el castigo y el Barcelona pudo jugar la Copa del año siguiente.  Asímismo, cuando, a raíz del lanzamiento de una cabeza de cochinillo (entre otros variopintos objetos) a los pies del ex-azulgrana Luis Figo la primera vez que visitó el Camp Nou vestido de blanco madridista, el 23 de Noviembre de 2002, se sancionó al club que entonces presidía Joan Gaspart con el cierre del estadio durante dos partidos, el castigo finalmente se transformó en una (ciertamente liviana) multa de 4.000 euros.  A estos dos precedentes son a los que aluden el “As” y el “Marca” para tratar de tapar la boca a los barcelonistas que ahora se quejan de lo gratuito que sale agredir al ocupante del banquillo culé.  “No os quejéis ahora, pues en el pasado otras decisiones federativas os han favorecido”.  Es decir:  como, años atrás, se permitió al Barça jugar una Copa del Rey de la que había sido excluído, y, como se conmutó el cierre del Camp Nou por una pequeña multa, ya se le puede zurrar al entrenador blaugrana sin que haya que temer castigo alguno.  ¿Esa es la conclusión, señores periodistas de la Capital?.  A mí, todo éso de que “como ayer saliste beneficiado, hoy no tienes derecho a quejarte” me suena a invertida y trasnochada Ley del Talión, una especie de “Hoy por ti, mañana por ti” tan cutre como injusto.  Según ese criterio, un dictamen beneficioso del pasado excluye la reclamación de un agravio futuro, o lo que es lo mismo, lo bueno recibido compensa lo malo por padecer.  Si mañana me toca un millón en la BonoLoto y pasado mañana un caco me lo roba, ¿ya no debo denunciarle?  Si me curo de un cáncer de pulmón y me sobreviene uno de páncreas, ¿ya no hace falta que me den quimioterapia?  Sé que son ejemplos absurdos, pero no menos absurdos que ignorar una agresión sólo porque antaño se nos trató con benevolencia.

Comentarios

EXPEDIENTEX ha dicho que…
¿A dónde irá ese dedo la próxima vez?

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