¿Hacia el fin del mundo?

Michel de Nostradamus (1503-1566) pasa por ser el más famoso de los profetas apocalípticos. Sus misteriosas predicciones, escritas en verso, han revelado, a quien haya sabido interpretarlas, un sinfín de enigmas relacionados con los secretos de Fátima, la Segunda Guerra Mundial o incluso el 11-S. Pero mucho, muchísimo antes que Nostradamus, ya los mayas habían elucubrado no pocas teorías impactantes, y la más famosa de ellas vaticina, precisamente, el Fin del Mundo.



La civilización maya se extendió por lo que hoy es el sur de México, además de Guatemala, Honduras y El Salvador, entre los años 1600 a.C. y 1542 d.C. Los mayas no constituían un estado unificado, sino que se organizaban en varias ciudades-estado, independientes entre sí, que controlaban un territorio más o menos amplio. Tampoco hablaban una única lengua, pero desarrollaron una cultura vasta y sorprendente que abarcaba desde la escritura hasta la arquitectura, pasando por la agricultura y las matemáticas. Pero si por algo han destacado los mayas ha sido por sus apabullantes conocimientos de astronomía, que les permitieron elaborar un prodigioso calendario que combinaba no uno sino en tres métodos para contar el tiempo (tzolkin o calendario sagrado, haab o calendario civil y serie inicial o cuenta larga), basados en las observaciones que realizaban sobre el espacio y las posiciones de ciertos planetas y estrellas. El tercero de estos sistemas, el calendario de cuenta larga, medía la línea temporal de la Historia a partir de una fecha concreta. Al igual que el calendario gregoriano considera como punto de partida el nacimiento de Cristo, el “calendario maya de cuenta larga” fija su origen en el inicio del mundo según sus investigaciones, cifrado exactamente en un día “0” equivalente, según nuestra cronología, al 11 de Agosto del año 3113 a.C.



A partir de las observaciones astronómicas que realizaron, los mayas se dieron cuenta que ciertos fenómenos cósmicos se repetían cíclicamente cada cierto tiempo. En base a estos estudios, crearon cinco unidades temporales cada vez más grandes que englobaban todo su calendario. El kin duraba 1 día; el uinal (semejante a un mes) duraba 20 días; el tun (similar a un año), abarcaba 360 días; el katun tenía 7200 días (es decir, 20 de sus años) y el baktun, a su vez, reunía 20 katuns, o, lo que es lo mismo, 144.000 días. Con estas 5 unidades y teniendo en cuenta la existencia de férreos ciclos temporales, los mayas establecieron la fecha final de su calendario para el día 13.0.0.0.0. Contado a partir del 11 de Agosto de 3113 a.C., dicho día vendría tras 5125 años de 360 días. En conclusión, el calendario maya acababa abruptamente el día 21 de Diciembre de 2012 y, para explicar por qué, formularon siete profecías en las que se hablaba de que “finalizaría el ciclo del mundo de odio y materialismo que conocemos”, de “transformaciones físicas en el Sol que provocarían cambios psicológicos y espirituales en el Hombre, inaugurando una época de conflictos, guerras y locuras colectivas”, de que “a consecuencia del aumento de la temperatura provocado por la mayor actividad del Sol y la conducta antiecológica de los hombres, se producirá un derretimiento en los polos”, de “un colapso de todos los sistemas sobre los que la Humanidad ha estructurado su civilización” y de “la aparición de un cometa cuya trayectoria pondrá en peligro la existencia misma del Hombre”.



Lo cierto es que el último katun definido por los mayas habría comenzado supuestamente en 1992, tras un eclipse de sol que fue pronosticado por aquéllos y se cumplió al pie de la letra. A partir de ese momento, a poco que nos paremos a analizar, comprobaremos que se han producido profundos cambios cósmicos, telúricos e históricos. En septiembre de 1994 se produjeron fuertes perturbaciones en el magnetismo terrestre, con alteraciones importantes en la orientación de las aves migratorias y cetáceos, e incluso en el funcionamiento de la aviación. En 1996, la sonda espacial Soho descubrió que el Sol no presentaba ya polos magnéticos sino un único campo homogeneizado. En 1997, se produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol. Y en 1998, la NASA detectó la emisión de un potente flujo de energía proveniente del centro de la galaxia que nadie supo explicar. Otra fecha importante en las profecías mayas fue el eclipse total de sol del día 11 de agosto de 1999, que también se verificó puntualmente. Según el Chilam Balam (el libro sagrado maya), siete años después del inicio del último katun (es decir, en 1999) comenzaría una era de oscuridad y las convulsiones de la Tierra – terremotos, huracanes, erupciones volcánicas – aumentarían sensiblemente. El 15 de septiembre de ese mismo año, una misteriosa explosión proveniente del espacio eclipsó durante horas el brillo de algunas estrellas; ¿podría ser esa misteriosa e inexplicada radiación el rayo proveniente del centro de la galaxia que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes del año 2012, cuando se dispararan los fenómenos sísmicos?.



En cualquier caso, el eclipse del 11 de agosto de 1999, que precedió a la fuerte radiación proveniente del espacio, inauguró un periodo de cataclismos naturales. El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9 grados en la escala de Richter en Grecia, con 218 muertos; el día 8, inundaciones catastróficas en China, con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4 grados en Turquía, con 15.000 muertos; el 20, un terremoto de 7,6 grados en Taiwan, con 2.000 muertos; el 22, una cadena de terremotos menos destructivos (de entre 2 y 5,2 grados) en todo el planeta; el 30, un terremoto en Oaxaca (México), seguido de grandes incendios debidos a explosiones de gas, con más de 100 muertos; y el 10 de octubre, también en México, las lluvias produjeron 300 muertos y 500.000 damnificados.



Asímismo, y según las mismas profecías, a partir del eclipse de 1999 se incrementarían las guerras y la destrucción por causas no naturales. El cono de sombra de este eclipse se proyectó precisamente sobre Medio Oriente, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán e India, señalando un área sacudida por los conflictos más sangrientos y la amenaza permanente de una confrontación entre Pakistán e India, ambos con arsenal nuclear.



El caso es que, nos guste o no, a medida que va acercándose el 2012, es constatable que una ola de calor ha incrementado la temperatura del planeta, produciendo cambios climáticos, geológicos y sociales sin precedentes y con una rapidez asombrosa. El deshielo de los Polos y la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho confirmado científicamente. Según un informe publicado el 17 de diciembre de 2004 por la UNISDR (Agencia de las Naciones Unidas para la Reducción de los Desastres), se está produciendo un aumento espectacular de las catástrofes naturales. El citado documento sostiene que más de 254 millones de personas han resultado afectadas por "desastres naturales" en 2003, triplicando las cifras ya altas de 1990. Según las estadísticas del Centro de Investigación sobre los Desastres de la universidad de Lovaina, en Bélgica, "la tendencia a largo plazo en la década pasada es a un continuo aumento del número de víctimas".



Es importante advertir que las erupciones volcánicas han disparado el efecto invernadero y acelerado el cambio climático. Un aumento sorprendente de la actividad volcánica tuvo lugar en 2003, cuando se activaron volcanes como el Ijen, en Java (Indonesia), el Bezymianny en Rusia, el Etna en Sicilia (Italia), el Mauna Loa en Hawai y el Monte Kiki en Japón, junto con otros en Colombia, Alaska, Indonesia, Congo y Rusia. Y todos recordamos las erupciones más recientes (año 2010) de volcanes como el Tungurahua en Ecuador o, sobre todo, el Eyjafjallajökull en Islandia, que tuvo en jaque durante semanas a toda la comunidad internacional.



En cuanto a los últimos terremotos y tsunamis, no hace falta ser muy susceptible para darse cuenta de que su número y frecuencia se ha disparado en los últimos años. El término “tsunami” comenzó a hacerse tristemente popular a raíz del que asoló el Océano Indico (Indonesia, Thailandia, Sri Lanka y, en menor medida, la India) en diciembre de 2004, como consecuencia de un terremoto de hasta 9.3 grados en la escala de Richter acaecido en los mares de Sumatra-Andamán y que causó la muerte a casi 300.000 personas. En enero de 2010, un seísmo de 7,3 grados sacudió Haití, el país más pobre del continente americano, causando la muerte a más de 100.000 personas. En febrero de ese mismo año, un movimiento telúrico de 8,8 grados en la escala de Richter hizo temblar Chile y causó 523 muertos y 800.000 damnificados, y además desplazó el eje de la Tierra unos 8 centímetros, acortando la duración de los días 1,2 millonésimas de segundo. Finalmente (por el momento), el atroz terremoto acaecido en Japón el viernes 11 de marzo de este año, con una intensidad de 8,9 grados en la escala de Richter, provocó otro tsunami que afectó a todo el Oceáno Pacífico, incluyendo a Sudamérica, causó la muerte a más de 12.000 personas, provocó la peor crisis nuclear de los últimos tiempos al producirse un fallo en el sistema de refrigeración de la Central de Fukushima, y, asimismo, desplazó el eje de rotación terrestre alrededor de 15 centímetros, lo cual supone una disminución de 1,8 millonésimas de segundo en la duración de los días.



Si a todo ésto añadimos las misteriosas e inexplicables muertes de miles de animales (desde pingüinos y truchas, hasta pelícanos y murciélagos, siempre en grupo) en diversas partes del mundo (Colombia, Brasil, Canadá, Chile, China, Italia, Japón, Filipinas, Corea del Sur, Sudáfrica, Tailandia, Vietnam, Inglaterra, Suecia, Estados Unidos) y el estallido de pequeñas o grandes revoluciones en el seno de algunos países islámicos como Túnez, Egipto, Bahrein, Costa de Marfil o Libia, que hacen temer que la mecha prenda también en Irán, donde, según algunas agoreras interpretaciones, se ha de desatar un conflicto bélico sin precedentes, son muchas y evidentes las circunstancias que podrían llevarnos fácilmente a la conclusión de que algo muy grave está pasando... de que algo gravísimo está a punto de pasar. No sólo los mayas y Nostradamus establecieron las bases para estudiar todos estos fenómenos en base a la astronomía y la adivinación… también el mismísimo Apocalipsis de San Juan daba las pistas para que tuviéramos motivos sobrados para echarnos a temblar.

La verdad es que cada vez tenemos menos ganas de burlarnos de la película “2012” que dirigió Roland Emmerich en 2009, y en la que, siguiendo al pie de la letra todo lo que hemos contado aquí, la Tierra experimentaba todo tipo de catástrofes que la abocaban a la destrucción, coincidiendo con el fatídico día 21 de Diciembre de 2012 profetizado por los mayas. Sólo nos cabe esperar que, al igual que las primeras seis profecías, apocalípticas y desastrosas, podrían tener razón, también la tenga la séptima y última, que matiza que el “fin de los tiempos” podría no ser sino una especie de reconversión urgente, un resurgir de la conciencia de toda la Humanidad hacia un nivel superior llamado Noosfera (envoltura o membrana mental que rodea al planeta) en el que los Hombres participarán de lo Divino al evolucionar hacia la integración armónica con todo el Universo, significando la esperanzadora llegada de la Era de la Espiritualidad. Desde luego, quien no se consuela es porque no quiere…

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