Teatro actualidad/ "LA RATONERA"

Ocho ratoncitos atrapados




Agatha Christie, la Reina del Suspense, creadora de Hercules Poirot y Miss Marple y autora de infinidad de relatos de misterio, estrenó "The Mousetrap" ("La ratonera") en Londres en el año 1952. Desde entonces y tras 58 años ininterrumpidos, la obra continúa representándose en la capital británica, con un éxito de público sin precedentes.



Al igual que "Diez negritos" o incluso "Asesinato en el Orient Express", la obra se desarrolla en un escenario de dimensiones reducidas, en el cual los personajes protagonistas están sometidos a la claustrofobia y a las inclemencias metereológicas externas. En "La ratonera", la acción se desarrolla en una vieja mansión reconvertida en hostal por sus propietarios, un joven matrimonio que no cuenta con personal adicional de servicio. A esta pensión, alejada del mundanal ruido y que presumiblemente va a quedar completamente aislada a casusa de un temporal de nieve, van llegando los cinco huéspedes que van a alojarse en las cinco únicas habitaciones disponibles, y finalmente entrará en escena un inspector de policía con la misión de resolver un asesinato del que todos pueden ser sospechosos...



Una vez visto este nuevo montaje de "La ratonera" que estos días está recorriendo la geografía murciana, lo primero que tengo que decir es que me declaro absolutamente incapaz de entender o explicar por qué esta obra lleva tanto tiempo en cartel. Obviamente, el fenómeno londinense es difícilmente extrapolable, presenta otro montaje, está recitado en otro idioma e interpretado por otros actores y, ¿qué diablos?, quizás esté siendo acogido con más predisposición y benevolencia por parte del peculiar público británico. Lo cierto es que, como digo, viendo anoche esta obra que dirige Víctor Conde, me pasé todo el tiempo tratando de compararla mentalmente con su hermana mayor inglesa, que no tengo el gusto de conocer.



El argumento de "La ratonera" no reviste, como dije anteriormente, ningún atisbo de originalidad, nada que no hayamos visto ya tropecientas mil veces e incluso en decenas de textos de la misma autora. Si acaso, cabría imputarle a doña Agatha el honor de haber sido, en el siglo pasado, pionera en transitar por primera vez el terreno del thriller de suspense en el que en un escenario opresivo se produce un asesinato del cual todo el mundo puede ser culpable, pero todo ello ya ha quedado tan superado en la actualidad que a nadie puede sorprender. El aliciente, pues, habría que buscarlo en la puesta en escena o directamente en el elenco actoral, que fue el motivo por el cual yo acudí al Teatro Guerra de Lorca. Al frente del reparto figura María Castro, popular por su interpretación en la serie televisiva "Sin tetas no hay paraíso", y la acompañan siete actores más, algunos más bien poco conocidos (Guillermo Barrientos, Alvaro Roig, Guillermo Muñoz y Maribel Ripoll), y otros, sobre todo uno, Manuel Baqueiro, que fue mi "gancho" (los dos restantes son Paco Churruca y Aroa Gimeno), que aparecen o han aparecido en mi culebrón de cabecera, "Amar en tiempos revueltos". Pero, ay, tampoco puede decirse que la interpretación de todos ellos vaya a pasar a los anales del teatro español. En general, el nivel medio de las actuaciones roza apenas la corrección, por mucho que me entristezca reconocerlo. Manuel "Marcelino" Baqueiro es un chico simpático, dentro y fuera de la pantalla, pero no sabe otorgarle a su personaje el dramatismo y la ambigüedad necesarios; la sensación que me produjo fue que estaba representando una función universitaria, ante un público ganado de antemano que aceptaría con condescendencia el giro final de su personaje. María Castro me sorprendió gratamente, pero le falta seguridad y confianza en sí misma (tablas, vamos), nada que el tiempo no pueda proporcionarle. Guillermo Muñoz pretende hacer un arte de la sobreactuación, pero no cuela: sus subidas y bajadas de tono y sus gestos grandilocuentes adquieren, sin ton ni son, mucho más protagonismo del necesario. El resto de secundarios cumplen con unos personajes aparentemente fáciles (el marido servicial, el coronel retirado, la solterona cascarrabias y la lesbiana de armas tomar), y sólo Paco Churruca sabe cómo sacar petróleo de un papel menor, confirmando una vez más aquella máxima que reza: "No hay papeles pequeños, sino actores pequeños".



Lo mejor de "La ratonera" es la excelente escenografía diseñada por Ana Garay (autora también de los figurines), que realmente parece tener vida propia. Dos niveles (el superior no se muestra, pero existe), elementos de atrezzo tan elegantes como funcionales y un espacio escénico que engrandece asombrosamente el pequeño escenario del Guerra. Una puesta en escena muy notable, a juego con una luminotecnia también satisfactoria.



Es evidente que esta versión de "La ratonera" no va a permanecer en cartel durante cincuenta y cinco años, pero creo que tampoco se trataba de éso. Es una obra famosa, no requiere un gran esfuerzo intelectual y cuenta con varios actores conocidos en su reparto. ¿Qué más necesita el público para llenar un teatro y disfrutar un rato ameno?



Luis Campoy



Lo mejor: la escenografía, Paco Churruca


Lo peor: verla pretendiendo buscar la clave de su longevidad


El cruce: "Diez negritos" + "Asesinato en el Orient Express"


Calificación: 7 (sobre 10)


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