Cine/ "LOS MUNDOS DE CORALINE"


Las apariencias engañan

Raras veces me sorprende una película. Virtud o defecto, el caso es que leo tantos artículos y tantas críticas sobre cada film que se prepara, se rueda o se estrena que, si tengo oportunidad de verlo, suelo saber casi exactamente a qué voy a enfrentarme. Con “Los mundos de Coraline” me pasó justamente lo contrario, entre otras cosas porque se trata de una película de animación, una de ésas que normalmente no me apetece ver a mí pero que tengo que “tragarme” por obligación, ya que mis hijos quieren que los lleve a verla. La verdad es que, cuando uno es padre y tiene que tragarse tantas horas de dibujos animados en la tele, en el DVD y en las salas de cine, llega un momento en que acaba hasta el gorro, y sólo muy contados “cartoons” parecen a priori revestir cierto interés. Lo único que sabía de este producto era que su director era Henry Selick, realizador de la celebrada “Pesadilla antes de Navidad” que produjo Tim Burton. Su argumento, que yo desconocía, es el siguiente: Coraline es hija única y se traslada con sus padres a una nueva casa. Su existencia no puede ser más aburrida y gris, pero de noche sueña con una especie de mundo paralelo al que accede a través de un pasadizo y en el que sus padres son aparentemente iguales pero mucho más cariñosos y divertidos, si bien en lugar de ojos tienen… botones. Lo primero que llama la atención de “Los mundos de Coraline” es su banda sonora, envolvente y subyugante, obra de Bruno Coulais, el célebre compositor de “Los chicos del coro”. La música, por sí sola, es capaz de crear un universo fantástico en el que el misterio y el terror acaban haciendo acto de presencia. Porque, como podéis imaginar, nada es lo que parece y ni el mundo nocturno de Coraline es un Paraíso ni sus “segundos padres” la quieren tanto y tan desinteresadamente como aparentan. Me niego a revelar más detalles, y tampoco lo creo necesario. Sólo me reafirmo en lo que dije anteriormente: como no había leído nada acerca de ella, tan sólo esperaba encontrar la típica comedia familiar llena de humor y buenas intenciones, pero lo que hallé fue una fascinante propuesta fantástica que me hizo agitarme en la butaca y pasar, incluso, algo de miedo. Animada según el procedimiento tradicional de “stop motion” (o “cuadrito por cuadrito”, como se le llama por estos lares), se agradece que el uso del ordenador se haya limitado a unas pocas secuencias (existe otra versión en 3-D que, lamentablemente, no fue la que yo tuve ocasión de ver); ya está bien de tanto pixel y tanto dixel, que hace que todas estas películas acaben pareciendo iguales. Trufada de referencias a ilustres predecesoras del género fantástico (el nombre de la protagonista se pronuncia “Coralain”, que suena casi igual que el de la niña CarolAnne de “Poltergeist”, que, por cierto, también permanecía recluída en una dimensión poblada por seres inicialmente acogedores que luego no la dejaban volver a casa; asimismo, diversos detalles me recordaron a “Bitelchús” de… Tim Burton, o al episodio dirigido por Joe Dante dentro de “En los límites de la realidad”), no sé si “Los mundos de Coraline” puede llegar a ser demasiado terrorífica para los niños más pequeños, pero tengo que reconocer que los adultos no se “desaniman” como en otras películas animadas, y eso tiene su mérito.

Luis Campoy

Lo mejor: la música de Bruno Coulais
Lo peor: que pueda llegar a ser demasiado terrorífica
El cruce: “Pesadilla antes de Navidad” + “En los límites de la realidad” + “Bitelchús” + “Poltergeist”
Calificación: 8 (sobre 10)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yo la ví en 3D. Es alucinante.
Me gustó. A mi hijo también le gustó mucho.
Creo que la película llevaba tras sí un mensaje. O al menos, eso deduje yo.
Anónimo ha dicho que…
Pues claro que tiene un mensaje. Ya lo digo en el artículo: las apariencias engañan. Es decir, no hay que fiarse de lo que se consigue fácilmente, no hay que dejarse engatusar.

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