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Mostrando entradas de marzo, 2009

Mis películas/ "SANGRE" (1995)

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Mi segunda película… mi última película Hay un momento en la vida en el que uno se cree capacitado para lograr casi cualquier cosa. Naturalmente, han de darse las circunstancias adecuadas y hay que disponer de unos mínimos materiales y humanos, pero, en esos instantes, el optimismo te emborracha como si se tratase de la más hipnótica ambrosía. Corría el año 1992 y apenas había acabado el rodaje de “ El Butanero Siempre Llama Dos Veces ”, mi primera “película” (si así puede llamarse a un film amateur grabado en video doméstico), cuando ya estaba pensando en la posibilidad de continuar mi “carrera” rodando una segunda. Como ya dije en el artículo acerca de “ El Butanero… ”, pasé meses poniendo en práctica una incansable campaña publicitaria tanto en prensa como en radio e incluso en la televisión local, de modo que mi nombre, más por hastío y pesadez que por auténticos méritos, llegó a ser más o menos conocido en Lorca, la ciudad en la que entonces vivía, sobre

Cine/ "Los abrazos rotos"

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Cada vez menos almodovariano Mientras veía “ Los abrazos rotos ” no pude evitar comparar su estilo y su acabado con el de las primeras películas que encumbraron a Pedro Almodóvar en la primera mitad de la década de los 80: “ Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón ”, “ Laberinto de pasiones ” o “ Entre tinieblas ”. Hay un auténtico abismo entre aquellos primeros títulos y los dos últimos que ha facturado Almodóvar. De hecho, durante gran parte del metraje de “ Los abrazos rotos ” sentí auténticos deseos de aplaudir. Lo malo es que, durante bastantes minutos, sentí también deseos de bostezar. Parece como si refinar su estilo hubiese forzado al director manchego a hacerse demasiado trascendente. Pero vayamos por partes. “ Los abrazos rotos ” cuenta básicamente la historia de un director de cine ( Lluis Homar ) que se quedó ciego a raíz de un accidente en el que falleció su amante y protagonista de su última película ( Penélope Cruz ). Mediante sucesivos flashbacks

Cosas de viejas

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Debía tener unos cinco años y era poco más que un retaquito escuchimizado con el pelo cortado a flequillo. Ya por aquel entonces, me exasperaba la demora con que venía mi hermanito o hermanita (que, finalmente, nunca llegaron), y, en su ausencia, me distraía sumergiéndome en la lectura de casi todo lo que se me ponía a tiro. Todavía conservamos en el trastero una caja de cartón en la que se refugian los volúmenes más longevos de una vetusta biblioteca en la que recuerdo títulos en edición de bolsillo como “ Que el Cielo la juzgue ”, “ Viento del Este, viento del Oeste ” o “ England Made Me ”. Como quiera que la temática de la primera de ellas no era muy recomendable para un querubín de mi edad, que el libro de Pearl S. Buck tenía las hojas tan apergaminadas y amarillentas que me daba pánico que se me desintegraran entre los dedos y que la última de las tres obras correspondía a la edición inglesa (lengua que, por aquel entonces, me sonaba más o menos a chino), una y otra vez le p

En el candelabro

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Fue una señora llamada Sofía Mazagatos la que acuñó, hace como diez años, el término “ Estar en el candelabro ”. La Mazagatos había sido modelo y quería convertirse en actriz. Para la primera de esas ocupaciones (el pasear sobre una pasarela) no suele ser necesario abrir la boca, pero, cuando la interfecta la abrió, le hubiera cabido dentro un camión de bomberos. La muchacha se quejaba de lo duro que era ser permanente objeto de los flashes de las cámaras, indeseado gaje de su oficio, y quiso lamentarse de su notoriedad haciendo referencia al agotamiento psíquico que le ocasionaba estar siempre “ en el candelero ”. La moza confundió dos palabrejas de etimología similar y que se refieren al mismo concepto primigenio (la utilización de cirios, velas y candelas para iluminar los espectáculos teatrales o circenses), y, gracias a ella, he encontrado un título para este artículo sobre mi propia sobreexposición a los imaginarios focos de la prensa del corazón, o, mejor dicho, a las l

Vaya con Florentino

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Vaya con Florentino Pérez . Lo tiene (casi) todo, y aún quiere más. No le basta con poseer una de las fortunas más envidiables de Europa, y todavía quiere incrementarla. No le basta con ser accionista preferencial de Iberdrola , y quiere meterse en su Consejo de Administración. No sé si el presidente de la eléctrica, Ignacio Sánchez Galán , será del Real Madrid (para mí que debería ser del Athletic, el de Bilbao), pero le agradezco que no haya permitido, al menos hasta ahora, que Florentino tenga voz y voto en la empresa de mis garbanzos. El caso es que en el seno del club merengue sí parecen dispuestos a readmitir con los brazos abiertos al dueño de la constructora ACS , o al menos hacia esa dirección apuntan todos los rumores. Después de las patochadas de Ramón Calderón (¿os acordáis de cuando acogió en el palco de honor del Bernabéu a un impostor italiano que, sin parecérsele lo más mínimo, fingía ser el actor Nicolas Cage ?) y de los chorreos de Vicente Boluda ,

Marta y otras víctimas

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No sé si cuando leáis estas líneas habrá aparecido por fin el (presunto) cadáver de la desdichada joven sevillana Marta del Castillo , asesinada (presuntamente) por su ex-novio, Miguel C.D., y/o uno o varios colegas de éste. El asunto se ha tornado de lo más sucio, y no se trata de un chiste fácil acerca del lugar (el vertedero municipal) donde está buscándose ahora el cuerpo. Es horrible el modo en que el (presunto) asesino y sus (presuntos) cómplices han estado toreando a las fuerzas de seguridad, por no hablar del daño inconmensurable que han causado y siguen causando a la familia de la (presuntamente) asesinada (qué coñazo, tener que presumirlo todo, ya que ni los inculpados han sido declarados culpables por un juez y ni siquiera ha aparecido el cadáver de la muchacha). Jarabo, el Arropiero, Antonio Anglés, Tony King, Santiago del Valle y tantos otros seres despreciables constituyen los precedentes de esta nueva generación de aprendices de criminal, cuya deleznable co

Haciendo amigos

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A pocas fechas del primer cara a cara entre Zapatero y su homónimo estadounidense, el ultramediático Barack Obama, el Gobierno de España ha vuelto a meter la pata… hasta el muslo. Si antaño fue el desprecio a la bandera de las barras y estrellas durante un desfile militar, nuevamente el Ejército vuelve a ser el foco de los problemas. Durante una visita teóricamente rutinaria a las tropas destacadas en Kosovo, la superministra Carme Chacón anunció sorpresivamente que antes del final del verano los chicos regresarían a casa. El precedente estaba claro: cuando accedió al gobierno hace cinco años, Zapatero se apresuró a cumplir una de sus promesas electorales, cual fue la retirada de las tropas de Iraq, a donde nos había metido José María Aznar a rebufo del imperialismo de su mentor George W. Bush. La razón para devolver a España aquel contingente militar tenía su origen en la “ilegalidad e inmoralidad” de la invasión norteamericana, y, como formaba parte del programa elect