Plata y a mucha honra


Como tal vez alguno de vosotros, también yo he sido uno de los millones de españoles que esta mañana madrugaron para ver cómo España caía con dignidad ante Estados Unidos en nuestra segunda final olímpica de baloncesto. Sí, al igual que la mayoría de la gente, yo daba por hecho que los (norte)americanos nos iban a vapulear nuevamente, tal y como sucedió la semana pasada, aunque esperaba que fueran ciertas algunas declaraciones de nuestro seleccionador, Aíto García Reneses, insinuando poco más o menos que lo del otro día fue una especie de caballo de Troya para que los yanquis se confiaran de cara al trascendental choque de hoy. Finalmente no ha caído la breva y los Bryant, James, Anthony, Paul y compañía han pasado por encima de nuestros Gasol, Rubio, Garbajosa, Navarro, Jiménez, Rodríguez y Mumbrú. ¿Qué se le va a hacer? Los negratas de las barras y estrellas son los mejores de la galaxia, y eso es un hecho incuestionable. Aunque no es menos cierto que la derrota ha sido mucho más leve que la del otro día y que incluso se ha visto adornada por algunas decisiones arbitrales difícilmente justificables. ¿Para qué engañarnos? El torneo se había planteado para que el combinado estadounidense resurgiera de sus cenizas y proporcionase un buen espectáculo, y este propósito inicial se ha visto cumplido de modo matemático e irreversible. No es exactamente que los árbitros favorecieran a Kobe y sus muchachos, es que casi les mostraron pleitesía y adoración. También nuestros muchachos les dieron alguna que otra facilidad involuntaria, como permitir demasiados de sus letales contraataques que invariablemente concluyen en un mate espectacular, y, sobre todo, fallar demasiado en los triples e incluso en los tiros libres. Pero en fin, lo hecho, hecho está, España es brillante subcampeona olímpica, y esta portentosa generación de baloncestistas está a punto de disolverse. Aíto deja el cargo de seleccionador, los dos Gasol y varios de sus compañeros se marchan a la NBA con la certeza de que no podrán disfrutar de tantos permisos para disputar eurocopas, y, por lo menos, siempre nos quedará la satisfacción de que, en una mañana de domingo, también en basket volvimos a reeditar el orgullo de ser españoles.

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