Zarzuela para todos

Era una noche primaveral, el penúltimo viernes del mes de abril, cuando mi familia y yo asistimos a lo que para nosotros era una especie de acontecimiento: por fin una compañía de zarzuela se dejaba caer por Alhama de Murcia.

La zarzuela está próxima a su extinción, o éso al menos es lo que llevo oyendo durante toda mi vida. Fueron mis padres los que me introdujeron en el mal llamado Género Chico, o mejor dicho, fui yo quien participó de ese mundo entrevisto y entreoído a través de las canciones que cantaba mi madre y de los acordes que desgranaba mi padre cuando enarbolaba nuestra vieja guitarra. Yo no sé si ya entonces (final de los años setenta) alguien pensaba realmente que, cada vez que se representaban “La Verbena de la Paloma”, “La Revoltosa” o “Luisa Fernanda”, el telón que cerraba cada espectáculo podía ser el último en caer, pero doy fe de que no era el único que acudía al Teatro Principal de Alicante cada vez que la Compañía Lírica nos visitaba. Lo que sí tengo que admitir es que, lamentablemente, la edad media de quienes acudían y acuden a este tipo de representaciones oscila en torno a los sesenta años, y eso no sé muy bien a quién imputarlo. Supongo que una de las razones de que la Zarzuela entrase en decadencia fue la competencia directa con entretenimientos aún más populares (como el Cine), el elevado coste de trasladar a ochenta o cien personas de aquí para allá, que lógicamente, también requería una importante subvención pública si no se quería colapsar los bolsillos de los espectadores, y, probablemente, la dejadez de los responsables culturales de nuestro país, que poco a poco han ido abandonando a su suerte a un género que sólo es “chico” en la mente obtusa de quienes piensan que, por el hecho de que la Opera, su hermana mayor, esté cantada en italiano, tiene más categoría o “qualité”.

Como iba diciendo, el otro día asistí nuevamente a una representación de zarzuela, la primera que yo recuerdo en los siete años y pico que llevo viviendo en Alhama de Murcia. He de reconocer que el nombre de la Compañía, “Amigos de la Zarzuela de Cartagena”, me predispuso inicialmente hacia la condescendencia, e incluso llegué a pensar que se trataría de un grupo de jubilados deseando vestirse de chulapos y que se limitarían a mover los labios mientras sonaba el playback de alguna obra grabada por los Alfredo Kraus, Manuel Ausensi o Teresa Berganza de turno. Nada más entrar al teatro, me llevé dos sorpresas, a cada cual más satisfactoria. En primer lugar, la sala (el antiguo Cinema Velasco) estaba casi llena; y, en segundo, la presencia de una orquesta cuyos profesores iban vestidos con pajarita y smoking, como marca la etiqueta reservada a las galas más deslumbrantes.

Por el modo y manera en que bordaron “La Verbena de la Paloma”, la archiconocida pieza de Tomás Bretón, considero que los Amigos de la Zarzuela de Cartagena son, desde ya, también, mis amigos. Es cierto que la mayoría de los integrantes de la compañía son algo mayores que yo mismo (y éso que yo hace ya algún tiempo que dejé de ser treintaañero), pero su nivel artístico está mucho más cerca de la profesionalidad de lo que uno podría haber imaginado. Liderados por un pletórico José María Marín dando vida a un perfecto Don Hilarión, cada uno de los integrantes del elenco dio lo mejor de sí tanto en lo cómico como en lo estrictamente musical, con mención especial para el tenor que encarnaba a Julián, a quien tan sólo le faltaba un pelín de volumen de voz para rozar la gloria (aunque quién sabe si eran los profesores de la orquesta, dirigidos por el maestro José Antonio Torres Acosta pero contratados en la capital de España, quienes tocaban un poco demasiado fuerte). Desconozco con qué frecuencia se reúnen y ensayan estos hombres y mujeres y si realmente son todos ellos cartageneros, pero no pude evitar pensar en lo bonito que sería poder participar yo mismo en una asociación de ese tipo, y poner en forma mis pulmones para entrenar mi torpe voz de barítono al servicio de una empresa así.

Una vez concluída la puesta en escena de la obra de Bretón propiamente dicha, la Compañía aún concedió un bis hiperdesarrollado, ya que ofreció, a modo de aperitivo, algunas de las piezas de su próximo montaje, “La Alegría de la Huerta”, finalizando el recital, tal y como en esta Región mandan los cánones, con el hermosísimo “Canto a Murcia” de “La Parranda”, momento en que, a los sones escritos hace ya tantos años por el insigne Francisco Alonso, murcianos, alhameños y agregados nos pusimos en pie para despedir emocionados a aquellos amigos que nos habían traído un regalo lírico e inolvidable.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Hola Luis! felicitarte por tu blog y agradecerte tu cariñoso artículo, siempre es un estímulo para nosotros ver que se aprecia nuestro trabajo.

Aclararte que la mayoría de los componentes del grupo son amateur y residen en Cartagena, incluido el maestro Torres Acosta, aunque éste reside en Madrid.

Por si quieres saber más acerca de nosotros te adjunto nuestra dirección web: http://www.zarzuelacartagena.com/presentacion.htm

Un saludo

Flory
Anónimo ha dicho que…
Gracias por tu visita, Flory. Ya conozco vuestro blog, y me gustó bastante. Ojalá pudiera yo mismo colaborar con vosotros, ¡el mundo no sabe qué barítono se ha perdido entonando "Los Gavilanes" (jajajaja).

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