Lo que no le habíamos pedido a Papá Noel


Anoche, antes de acostarme, navegué un rato por los entornos bloggeros pro-barcelonistas y descubrí que las portadas de las ediciones digitales de los dos “tebeos” del Barça, el “Sport” y “El Mundo Deportivo” coincidían, sospechosamente en un mismo titular: “Pesadilla antes de Navidad”. Muy bueno, sí. Enhorabuena para las mentes pensantes que habían acuñado la misma idea en dos rotativos distintos de la Ciudad Condal. En cualquier caso, es innegable el acierto de quienes se sintieron inspirados por aquella estupenda película de animación obra de Tim Burton. Pesadilla antes de Navidad. ¡Guau! Yo había reunido a casi toda mi familia (la más adulta, al menos) en torno al partido y he de reconocer que, si de algo estaba seguro, era de que el Barça NO iba a perder, NO PODÍA perder en su campo, un Camp Nou que hasta ese momento había sido un fortín inexpugnable, incluso cuando, fuera de casa, los azulgrana se habían mostrado incapaces de conseguir una victoria. La alineación inicial planteada por ambos técnicos, Bernardo Schuster y Paco Rijkaard parecía más o menos adecuada, y perdonadme lo de Paco Rijkaard, porque lo de este señor anoche fue Paco… paco… pa’cogerlo y zumbarle de hostias hasta en el pasaporte. Vamos hombre, ¿no te diste cuenta a los quince minutos de que Ronaldinho no era más que un fantasma, una sombra de sí mismo, y no sólo no podía terminar un regate, sino que era un verdadero estorbo para el equipo, incluyendo esos córners que botó con la torpeza de una niña de guardería? Pero muchacho, ¿de verdad pensaste que, con el Madrid ganando por 0-1, a pesar de su notoria falta de inspiración, podías permitirte el lujazo de dejar en el banquillo a dos jóvenes prometedores y con hambre de gol como Bojan y Giovani? ¡Que estábamos en Navidad, por amor de Dios! ¡Que los 100.000 culés que atestaban el estadio se merecían un poco más de respeto! Creo que si el soseras de Rijkaard tuviese un par de… arrestos, debería no sentar más su culo holandés en el banquillo que antes ocupó Cruyff, y largarse hoy, ahora, ya en el mercado de invierno, cuando podríamos no sólo reemplazarle a él con un entrenador duro y agresivo (¿qué tal Mourinho?), sino también sacarnos de encima al dentolas brasilenho, aunque no traigamos a nadie en su puesto, y, de paso, enseñarle la puerta de salida también a Tití Henry, que, el pobre, tampoco da más de sí. Lo peor de una derrota humillante, vergonzosa y tan jodida como la de anoche no es sólo el hecho de a todos los culés nos estarán machacando los madridistas con burlas y chanzas bien merecidas, sino que lo más seguro es que no sirva para nada. Porque, o mucho me equivoco, o todo va a seguir igual en Can Barça, y ni se cesará a Rijkaard ni se venderá a Ronaldinho ni a Henry y ni siquiera se le dará una patada en las napias a Txiqui Begiristain, que, si algo tiene “chiqui”, desde luego no es la nariz. Es que ésto no hay quien lo arregle, porque estamos exactamente como estábamos al final de la temporada pasada, o, mejor dicho, mucho peor, porque sólo nos queda media Liga y tenemos al Madrid nada menos que a siete puntos, lo que implica que no sólo tenemos que ganar tres partidos seguidos sino que los de Raúl y compañía tienen que perderlos, y éso sí que suena a utopía navideña. O se hace algo radical e inminente (sustitución del técnico y traspaso de una o dos ovejas negras durante el mercado invernal) o ya podemos estar preparándonos para otra Liga en blanco (sí, sí, en blanco madridista, a eso me refería).

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