Cine/ LA BUSQUEDA: El Diario Secreto

¿Secuela o remake?
Secuela poco menos que inevitable del éxito de taquilla de hace tres años, “La Búsqueda: El Diario Secreto” constituye, ante todo, un entretenimiento limpio, familiar y que no sólo no ofende la inteligencia del espectador sino que, si uno se esfuerza por participar activamente de su trama, puede incluso aumentar su nivel cultural. Atacada, no obstante, por los críticos más antinorteamericanos, puede achacársele el sempiterno defecto de que los héroes son todos ellos paradigmas de lo que se conoce como “WASP” (White, Anglo Saxon, Protestant: Blanco, Anglosajón y Protestante), o, lo que es lo mismo, yanquis de pura cepa, listísimos, buenísimos y guapísimos que se conocen al dedillo la historia de su país y que veneran su Constitución como si se tratase de la Biblia y a su Presidente como si fuese una especie de Dios hecho hombre.

Casi como si de un Indiana Jones moderno y tecnológico se tratase, el cazatesoros Ben Gates (Nicolas Cage) ha continuado su carrera tras haber encontrado el maravilloso tesoro de los Templarios, y ahora se enfrenta al reto de limpiar el buen nombre de su familia, ya que su bisabuelo ha sido implicado en la conspiración que costó la vida al presidente Abraham Lincoln. Con el propósito de demostrar la inocencia de aquél, Gates y su habitual equipo de colaboradores (compuesto por su ex–esposa, su padre y su amigo Riley) tendrá que recorrerse media Europa y buena parte de Norteamérica para, de paso, hallar la mítica ciudad de oro de Cíbola, que, oh, sorpresa, subyace soterrada en las faldas del Monte Rushmore, la famosísima formación rocosa sobre la que se esculpieron las efigies de los presidentes Washington, Jefferson, Roosevelt y el propio Lincoln.

Al espectador que tenga fresca en la memoria la primera entrega de la serie, todo lo que acontece en la secuela le sonará a dejà-vu, a algo ya visto, por no decir que en algunos momentos parece que nos hallamos no sólo ante una continuación sino ante una especie de remake. La originalidad no es, pues, el principal hito de este film que, sin embargo, me parece muy digno de ser recomendado. En primer lugar, si se afronta desde una perspectiva puramente lúdica, no se hace aburrido en casi ningún momento (a excepción de un pequeño bache originado por su nada disimulada intención de apologizar a favor del estamento familiar, que, en el fondo, es el auténtico tesoro que motiva la búsqueda de los protagonistas), y secuencias como la de la trepidante persecución en las calles londinenses están excelentemente planificadas, filmadas y montadas. Claro que lo mejor de todo es el regalo para un cinéfilo que supone ver reunidos, en una misma película, a actores tan dispares como Nicolas Cage (que cada vez se muestra más interesado por los dígitos del cheque y menos por la calidad intrínseca de los proyectos que acepta), Jon Voight (joven promesa en los años 60 y 70 al que hoy tan sólo se reconoce por ser el padre de Angelina Jolie), Diane Kruger (la bella pero algo sosa Helena de “Troya”), Justin Bartha (toda una revelación, al menos para mí, en su composición de fiel escudero que aporta los más logrados toques humorísticos), Ed Harris (este hombre no es que convierta en oro todo lo que toca… pero casi), Harvey Keitel (otro que vive de las rentas de tiempos mejores) y una impagable Helen Mirren recién despojada del regio maquillaje que la convirtiera en “La Reina” de Inglaterra). Con todo, el que se lleva el gato al agua, y en tan sólo dos secuencias, es el estupendo Bruce Greenwood, visto en “Yo, robot” o “Doble traición” y que aquí encarna a un Presidente de Estados Unidos bastante más atractivo e inteligente que el paleto de George W. Bush.


Luis Campoy

Lo mejor: el Presidente de los USA encarnado por Bruce Greenwood
Lo peor: las semejanzas con la primera parte
El cruce: "La Búsqueda (1)" + "El Código DaVinci" + "Con la muerte en los talones"
Calificación: 7,5 (sobre 10)

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