Resurrecciones


Spiderman ha muerto.

Peter Parker, el hombre que vestía el característico uniforme rojo y azul, el que siempre ha vivido sus días de tinta y papel bajo el lema “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, es ahora un apenas un despojo mutilado y machacado a golpes cuya vida se ha extinguido en los brazos de su amada esposa Mary Jane.

Y esto, amigos y amigas, no es simplemente un truco publicitario para induciros a que compréis un comic.

Spiderman ha muerto de verdad.

¿O no…?

Hace algunos años, las mentes pensantes de DC Comics (la Distinguida Competencia de Marvel, editorial de los tebeos de Spiderman, los Cuatro Fantásticos, los X-Men, Hulk, etc. etc. etc.), decidieron dar un vuelco a la colección de su icono más emblemático, Superman, y establecieron que éste debía morir (heroicamente, por supuesto), tan sólo para, meses después, renacer de sus cenizas, aún más poderoso, más épico y más glorioso que de costumbre. Y sí, lógicamente, las ventas de la serie, que habían experimentado un bajón, subieron como la espuma.

Algo parecido quisieron hacer los de Marvel allá por 1995, aplicando a Spiderman (el más famoso icono de la editorial) la misma teoría de la muerte y la resurrección, sólo que se desmarcaron con una variante alternativa en la que Peter Parker no llegaba a morir, pero sí descubría que no era el Hombre Araña original sino un clon, por lo cual un oscuro personaje que tan sólo había aparecido en un vetusto episodio de los años setenta y al que se le consideraba simplemente como el difunto duplicado genético de Spiderman resultaba no sólo estar vivito y coleando sino, además, ser el auténtico superhéroe y acababa enfundándose las mallas rojizaules, mientras Peter (que, además, había perdido los poderes) y su esposa emprendían un forzoso exilio para nunca regresar. Ben Reilly (así se llamaba aquel “nuevo Spiderman”) era, en todos los sentidos, idénticamente igual que Peter Parker, sólo que se teñía el pelo de rubio… y no estaba casado. Muchos pensamos en aquel momento que el único propósito de la Saga del Clon era devolver a Spiderman a los tiempos pasados en los que estaba soltero y carecía de responsabilidades, y, para no matar a la pobre Mary Jane, los guionistas decidieron desatar este auténtico terremoto que muy pronto se volvió en su contra. Cuando transcurrieron un par de meses y vieron que Peter Parker no volvía y Ben Reilly iba a ser a todos los efectos su sustituto, miles y miles de lectores inundaron la editorial de airadas cartas de protesta en las que amenazaban con dejar de comprar sus comics si no se deshacía el entuerto y las aguas volvían a su cauce. Conclusión: al cabo de un puñado de episodios, Peter Parker no sólo recuperó “milagrosamente” sus poderes, sino que unos nuevos análisis demostraron que él y sólo él era el auténtico, y Ben Reilly, que finalmente quedaba identificado como el clon, moría heroicamente en una encarnizada batalla con… Norman Osborn, el Duende Verde, que “resucitaba” después de llevar muerto más de 20 años. Para que nadie tuviera dudas de que el viejo status quo iba a permanecer inalterable para todos los siempres, el pobre clon no sólo era traspasado por el deslizador del Duende Verde, sino que caía de un rascacielos y, por si le faltaba poco, al morir se desintegraba y quedaba convertido en un charco de productos sintéticos.

Pero claro, eso sucedió hace diez años.

Mantener a un personaje eternamente en la cresta de la ola, a salvo del vaivén de los vientos del tiempo y siempre en el punto de mira de cada nueva generación de lectores, debe ser condenadamente difícil. Sólo muy pocos lo consiguen. La mayoría de estos supervivientes se limitan a dormirse en los laureles y a rendirse a la inercia, pero unos pocos tratan de evolucionar hacia delante. Esto es lo que lleva algún tiempo intentando hacer Joe Michael Straczinsky, prestigioso guionista que trata de revolucionar a Spiderman, aunque, eso sí, de forma menos traumática que sus predecesores de los años 90. La teoría de Straczinsky era que los poderes arácnidos de Peter Parker no estaban adecuadamente desarrollados ni justificados, y por ello era necesaria una nueva y drástica revolución. Primero, nos dejó entrever que Spiderman no era el primero ni el único Hombre Araña de la historia, y luego, en un alarde de osadía, hizo que Peter (como ya ocurriera en la serie de dibujos animados de los 90) se convirtiese en una auténtica araña (in)humana, para luego metamorfosearse de nuevo en hombre. El mismo hombre.. La única consecuencia de esto fue que Peter era capaz de segregar su propia telaraña sin tener que fabricarla en el laboratorio, cosa que ya sucedía en el film de 2002 dirigido por Sam Raimi y protagonizado por Tobey Maguire.

Pero ahora, como decía al inicio de este artículo, Spiderman ha muerto. Desde hacía algunos episodios, Peter Parker estaban sintiéndose raro, con problemas para enfocar sus poderes, y un análisis clínico revelaba un diagnóstico sobrecogedor: estaba muriéndose, muriéndose sin remisión, y le quedaba el tiempo justo para despedirse de sus seres queridos. Es entonces cuando reaparece un villano llamado Morlun, una especie de vampiro que bebe la energía (o incluso come la carne) de aquellos seres dotados de poderes arácnidos, y, tras una épica batalla, un Spiderman moribundo es horriblemente mutilado por Morlun, que le arranca un ojo que a continuación devora. Pero nuestro héroe no podía morir así, y su naturaleza super heroica se pone de manifiesto por última vez, cuando, ya en el hospital, dedica su postrer soplo de vida a salvar a su esposa, Mary Jane, de caer víctima de la crueldad de Morlun. Spiderman ha muerto, y su cadáver es confiado a sus compañeros de armas, los Nuevos Vengadores, quienes se preparan para darle la despedida que merece.

Sin embargo, algo absolutamente inesperado ocurre: el cuerpo magullado de Peter Parker, cuyo rostro ha quedado totalmente deformado e irreconocible, aparece abierto en canal. ¿Se trata de la obra impía de un psicópata… o acaso es que algo vivo quedaba dentro del cadáver, y ha necesitado abrirse paso de dentro a fuera para sobrevivir?. Como respuesta a esta pregunta, horas después se presenta en la Torre Stark, sede de los Vengadores, un resucitado Peter Parker, aparentemente idéntico al interior. Su esposa y su adorada tía May le abrazan emocionadas y sin poder dar crédito a lo que ven sus ojos, pero el propio Peter tiene una duda que no puede compartir con nadie. Las últimas horas (las primeras de su nueva vida) las ha pasado envuelto en un gigantesco capullo hecho de tela de araña, y una voz le hablaba de su pasado y de su futuro, y le recordaba que todas las arañas, una vez en su vida, son capaces, cual Ave Fénix de ocho patas, de renacer de sus propias cenizas, de resucitar de su propia muerte aparente. Lo que Peter ignora es si esta nueva encarnación es la de un hombre que se convirtió en araña o, por el contrario, se trata de una araña que tiene apariencia de hombre. ¿Es el mismo Peter Parker de siempre o es uno distinto, es el uno o es… el Otro?.

Si os ha parecido que todo lo que he escrito hasta ahora tenía un tono solemne y trascendente, os debo pedir disculpas: era coña. O sea, lo de obligarnos a presenciar cómo un personaje como Peter Parker, que nos ha acompañado durante más de cuarenta años, es brutalmente apaleado y desfigurado y finalmente muere, del modo más doloroso posible y sin atisbo de que pueda tratarse, como tantas veces, de una simple pesadilla, me parece auténticamente cruel y de mal gusto. ¿Y todo para qué?: para tenerlo de vuelta dos episodios después (en España, en la edición de Panini, todo ésto sucede en un mismo volumen), más joven y hasta más guapo. “Evoluciona o muere” es el subtítulo de la saga denominada “El Otro”, un gran crossover o cruce de las cuatro colecciones arácnidas que se publican en la actualidad, dentro de la cual suceden todas estas movidas que os acabo de referir. Y, ciertamente, parece lógico que incluso en los comics, determinados personajes deban evolucionar (¿no evolucionamos también sus lectores?), pero soy muy crítico a la hora de evaluar una serie de cambios innecesarios como los que, según parece, van a afectar a mi adorado Spiderman (por ejemplo, le van a salir espolones de araña en los brazos).

O sea, lo que realmente determina la calidad de un cómic o su capacidad de entretenimiento es un buen guión y un buen dibujo, no la acumulación de giros argumentales gratuitos y de golpes de efecto puramente pirotécnicos que sólo pueden desvirtuar la esencia del personaje. Un Spiderman muerto y resucitado, que segrega telarañas por las muñecas y al que le crecen espolones no es el mismo Spiderman de toda la vida. Habrá a quien le parezca que estas innovaciones llenan a nuestro héroe de nuevas posibilidades, y de gloria a sus responsables… pero a mí me parece que los mejores tebeos del Hombre Araña son precisamente aquéllos en los que Peter Parker vivía situaciones en las que destacaba su responsabilidad y su sentido del humor, actitudes inequívocamente humanas, y ésto de convertirlo más en araña que en hombre es simplemente una innecesaria frivolidad, un paso adelante que los guionistas futuros se verán obligados a retroceder. Y, si no, al tiempo.

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